Letras malditas

En un año electoral, las polémicas dan para todo. Ahora le toco el turno a Lagos y la carta que le envió al director de El Mercurio.

Los lamentos y las críticas no han parado desde que la dichosa misiva salió publicada ayer, alegando que Lagos no podía hacer algo así, que era presión indebida, etc.

Es cierto, el caballero del dedo acusador ahora es presidente y por lo tanto no puede ir mandando cartas como un ofuscado político más, pero lo que ha pasado me sirve para preguntarme aún más porque insistimos en rodear a los presidentes de un aura de dignidad santa.

Es cierto, también, que son la máxima autoridad del país y deben tener un comportamiento acorde a su estatus, pero en la vida todo tiene sus límites y ellos siguen siendo personas que tienen todo el derecho a defenderse si se sienten atacadas o ven que le hacen daño a sus personas más cercanas, no por llevar la banda tricolor van a estar ajenos a eso.

Lagos es una persona inteligente, que seguramente se imaginó que algo así podía suceder, pero aún así envió la carta, porque tenía todo el derecho a reclamar por algo que el consideraba injusto, si los tribunales determinan más adelante que sí había existido algún delito, eso es otra cosa.